Los invitamos a leer la columna de opinión de nuestra asociada senior az Tech, Antonia Nudman, sobre ciberseguridad y protección de datos y ejes centrales para garantizar autonomía y confianza en el entorno digital nacional.
En la actualidad, prácticamente todas las actividades humanas dependen de sistemas digitales. Por eso, contar con una infraestructura segura, con normas claras para proteger los datos personales y garantizar la continuidad de los servicios esenciales no es solo una necesidad operativa: es un pilar para la confianza pública, la resiliencia institucional y la autonomía tecnológica de un país.
En este contexto, Chile ha dado un paso significativo con dos reformas clave: la Ley Marco de Ciberseguridad (Ley N° 21.663) y la Ley de Protección de Datos Personales (Ley N° 21.719).
Más que imponer exigencias a “servicios críticos” de forma genérica, la Ley Marco de Ciberseguridad adopta un enfoque estructural, identificando sectores esenciales y críticos a partir de los prestadores de servicios esenciales (PSE) y los operadores de importancia vital (OIV). Esta clasificación obliga a pensar en términos de ecosistemas estratégicos que sostienen la vida diaria y el funcionamiento del país. Sin embargo, persisten zonas grises en la definición de ciertos sectores, como los prestadores de servicios digitales, que requieren de forma urgente una interpretación adaptada a la realidad nacional, lo que no necesariamente implica que será idéntica a la normativa europea.
Las exigencias para PSE y OIV deberán evaluarse en conjunto con las obligaciones de seguridad de la información y protección de sistemas que establece la nueva Ley de Protección de Datos Personales. Esta última, aplicable a todas las instituciones públicas y privadas, independientemente de si son PSE u OIV, evidencia que la protección de la información es una necesidad transversal a nivel social, y que exige mínimos comunes de seguridad para todo tipo de organizaciones.
La aplicación de ambas leyes exige una coordinación efectiva y sostenida entre los equipos legales, de TI, de ciberseguridad y de cumplimiento. No basta con que cada área actúe por separado. Se requiere un trabajo conjunto que promueva el intercambio ágil de información, la alineación de criterios y el establecimiento de una gobernanza integral capaz de anticipar riesgos, prevenir incidentes y activar respuestas rápidas y coordinadas cuando estos ocurran.
Aunque los reportes a las autoridades sean de naturaleza distinta y deban realizarse por separado y en plazos diferentes, la comunicación temprana y constante entre los equipos es clave. Luego, cada uno asume el liderazgo que le corresponde en su ámbito.
Estas normativas deben entenderse como complementarias. La ciberseguridad busca prevenir intrusiones y proteger los sistemas que sostienen la operación de las organizaciones, mientras que la protección de datos se orienta a garantizar que la información de las personas naturales sea tratada de manera legítima. Frente a incidentes como filtraciones o accesos indebidos, la respuesta debe ser integral, combinando medidas técnicas y acciones jurídicas.
Implementarlas requiere el esfuerzo coordinado del Estado, las empresas, la academia y la sociedad civil: formar profesionales, capacitar funcionarios, alfabetizar digitalmente y fomentar una cultura de cumplimiento. Sin datos protegidos y sistemas confiables, la economía digital no puede crecer. Sin ciberseguridad efectiva, los servicios esenciales seguirán expuestos a paralizaciones, extorsiones o manipulación.
Columna escrita por:
Antonia Nudman | Asociada Senior az Tech | anudman@az.cl
Revisa las diferentes menciones en la prensa:
Portal Innova, 13 octubre. [Ver aquí]